jueves, 25 de octubre de 2018

Usted




Perdida en mis pensamientos mientras mis ojos vagan a través de la ventana del autobús, somnolienta, aprovechando esos minutos robados del trayecto al despacho para mantenerme en letargo, mis neuronas siguen a medios gas. ¡Como me cuestan las mañanas! En un momento tendré que aparentar ser normal, peor aún, ser una persona eficiente.   Los días deberían empezar a eso de media mañana…

Mientras divago en mis holgazanes pensamientos de repente me doy cuenta de que el autobús va bastante lleno y hay varias personas mayores de pie. En un pequeño sobresalto me levanto y cedo el asiento a una señora.

 -   Siéntese.

Al mismo tiempo como si fuera un baile sincronizado otra chica también se ha levantado para ceder su asiento a otra anciana.

   -    ¿Quieres sentarte?

Mi cara, no puedo evitarlo, es de estupefacción.  No me acostumbro. Eso de tutear a un anciano me descoloca totalmente.  Me chirría profundamente.  Aunque nadie más parece asombrarse y la realidad es que muchos utilizan el tuteo para todo y todos en una relajación desmesurada de las formas y modales.   A mí no me sale, soy incapaz, creo que ni queriendo podría tutear a un anciano. De hecho, algunos  clientes de cierta edad,  pese a la confianza, han tenido que solicitarme varias veces que les tutee, pero es que por mucho que lo intento al final se me escapa el tratarlos de usted.

El Usted pronto será una reminiscencia, un lenguaje antiguo de tiempos en que el extraño se diferenciaba del conocido y el ámbito personal era solo para los amigos.  No deja de ser irónico que hoy que recelamos de nuestra privacidad, de la invasión ilegítima de nuestra intimidad, de la ley de protección de datos con sus farragosos protocolos, dinamitemos el lenguaje y sus mecanismos para diferenciar precisamente las esferas personales.  Nosotros mismos invadimos el espacio ajeno con el insistente y generalizado tuteo. ¿Dónde queda el respeto y la educación si el mecanismo que había para matizar las relaciones ya no existe?   El usted como algo ajeno o incluso burla. Como aquel profesor de universidad que  se ofendió y echó de clase a una alumna cuando ésta se dirigió a él de ud en su primer día. (verídico)



Si se empobrece la lengua se empobrece el pensamiento.


“Vuelve mañana”. Esa sería la respuesta que recibiría Fígaro –popularizado por Mariano José de Larra– si hoy acompañara al señor Sans-délai a resolver sus papeleos familiares. “Vuelve mañana”, le diría la asistenta del genealogista. “Vuelve mañana”, le respondería el portero. “Vuelve mañana”, le aconsejaría el funcionario..