viernes, 24 de junio de 2011

Historias de Julia

Allí sentada en la barra,  con la mirada fija en su vaso medio vacío, como si en él esperara encontrar una respuesta, se  encontraba esa mujer de aspecto cansado, excesivamente delgada , con una melena larga y negra, un vestido  demasiado ceñido para su edad y con un amplio escote que vislumbraba un pequeño tatuaje de un delfín.

Él se acercó, estaba seguro que  era ella. Esa figura no era fácil de olvidar. Y cuando ella le miró de soslayo y le sonrío tristemente.. lo supo. Sí, era ella,  había tenido ocasión de conocerla en un simposium hacía años y luego habían coincido bastantes veces. Aunque la última vez que la había visto llevaba  el pelo rubio e irradiaba energía, y vitalidad  contagiosas. Aún no sabe cómo les había arrastrado a él y el resto de conferenciantes a un baile  donde pasaron la  noche entre risas y copas.
- Julia me ha costado reconocerte, haces mala cara y ese cambio de color...
- No te gusta?- preguntó ella  con desdén
- Sí ,te queda muy bien, como siempre, creo que ya has pasado por toda la gama cromática. Pero dime que te ocurre, nunca te había visto tan apagada.
-oh, Marcos! Es que llevo toda la semana sin dormir! Perdieron la bolsa con mi almohada en el aeropuerto. Una desgracia! - dijo con gran desesperación como si la vida le fuera en ello.
- jajajajaja!! tú y tu almohada!! Me habías asustado pensé  que era  algo grave!

Ella clavo los ojos con gran furia en él hasta hacerle estremecer.

-¿Como puedes vanalizar algo de vital importancia? Si no descanso no puedo hacer bien mi trabajo. ¿Como voy a convencer a todos esos políticos inútiles ?  No podemos demorar más el traslado, los animales están enfermando!
- Por eso mismo he venido- dije mirándola fijamente y esbozando una amplia sonrisa. - Acaba de llegar tu maleta.

Antes de darme cuenta, ella ya había desaparecido escaleras arriba dirigiéndose a recepción, en busca de su más preciado tesoro. Su almohada!

Al día siguiente, en la conferencia, estaba radiante. Su extrema delgadez se desvanecía ante la fuerza y vitalidad que emanaba. Habló con contundencia, sin posibilidad de replica.  Consiguió su propósito, los terrenos serían cedidos y en un par de meses empezarían las  obras.

Una vez finalizadas las actividades protocolarias y disponiendo por fin de su tiempo libre, tenía claro lo que debía hacer. Pedir hora a su peluquero, ya no había motivo para ir de negro!!

-Julia,¿ otro cambio de color?- dijo su peluquero por el auricular del teléfono- ¿que va a ser esta vez rojo? - dijo irónicamente.
- Rojo, es perfecto! Ese es el que necesito!  Hasta el martes entonces- dijo y colgó el teléfono con una gran sonrisa.

La gente de recepción la miraba con curiosidad, ¿ quién era  esa mujer de extremada delgadez, subida a altos  tacones ,con una maleta en una mano y una almohada en la otra?

lunes, 13 de junio de 2011

Musas

Suena el despertador. Son las 8h de la mañana de un lunes. Cuesta despegarse de las sabanas. Cojo fuerzas y consigo sentarme en el borde de la cama , mientras mi cuerpo me castiga por los excesos del fin de semana. Una noche loca de despedida de solteros, con demasiado alcohol, baile, y desmadre en general. Finalmente me levanto, no por un acto de fuerza de voluntad, sino por los estridentes maullidos de la gata. Se que no se rendirá hasta que le ponga su desayuno.

Hoy no me acompañan los habituales trajineos de los vecinos que se intuyen des de la ventana de la cocina o el baño. No hay secadores de pelo, ni cafeteras en marcha. Ni prisas, ni portazos huyendo por el vestíbulo.

Salgo de casa hacia la parada del bus. Esta desértica. No hay coches, ni gente. Y ahí sola en la parada  ante la solitaria ciudad, me empieza a invadir un extraño déjà vu  a película de miedo. Llega el bus,  por suerte no lo conduce ningún zombi, sino mi busero habitual que extrañado me da mis buenos días.

Llego al despacho, la puerta de abajo esta cerrada. Hoy el conserje no esta.  Con las luces apagadas el vestíbulo  me parece más grande, más viejo, más tétrico. Subo en el ascensor. No hay nadie . Todo esta silencioso, solo  el ruido del viejo ascensor que  retumba aun más que de costumbre. Tercera planta. Hoy la placa iluminada no me da la bienvenida. Abro la gran puerta, la fuente de la entrada apagada  parece un fantasma acechando. Esta todo tan vacío, silencioso, oscuro, sin llamadas, ni ajetreos... todo parece en un sueño latente. No parece el mismo. El ambiente familiar y cotidiano se ha desvanecido. Son los mismos muebles, las mismas cosas, pero  distintas.

Me voy a mi despacho. Intento no pensar, enciendo el ordenador, dispongo mis cosas y cojo ese expediente intencionadamente olvidado. Lo abro y voy ojeando su interior. Poco a poco me va absorbiendo y sin darme cuenta aquella pesadilla de demanda odiosa que estado evitando este último mes, aparece escrita en la pantalla de mi ordenador como por arte de magia. Miro el reloj ya es casi mediodía! Atónita,  último detalles y preparo los documentos para que mañana la procu pueda venir a buscarlo. Repaso unas cosillas y me  voy a casa, hoy es festivo y tampoco hay que abusar.

Cierro la gran puerta, bajo en el tortuoso ascensor, y salgo a la soleada  calle dejando atrás ese  oscuro y gran vestíbulo, y esos silenciosos fantasmas que hoy han decidido inspirarme. Agradecidos sin duda por  algo de compañía. Mañana ya no estarán, todo volveré a su frenético  ritmo cotidiano, y yo añoraré esas musas del silencio.