lunes, 13 de junio de 2011

Musas

Suena el despertador. Son las 8h de la mañana de un lunes. Cuesta despegarse de las sabanas. Cojo fuerzas y consigo sentarme en el borde de la cama , mientras mi cuerpo me castiga por los excesos del fin de semana. Una noche loca de despedida de solteros, con demasiado alcohol, baile, y desmadre en general. Finalmente me levanto, no por un acto de fuerza de voluntad, sino por los estridentes maullidos de la gata. Se que no se rendirá hasta que le ponga su desayuno.

Hoy no me acompañan los habituales trajineos de los vecinos que se intuyen des de la ventana de la cocina o el baño. No hay secadores de pelo, ni cafeteras en marcha. Ni prisas, ni portazos huyendo por el vestíbulo.

Salgo de casa hacia la parada del bus. Esta desértica. No hay coches, ni gente. Y ahí sola en la parada  ante la solitaria ciudad, me empieza a invadir un extraño déjà vu  a película de miedo. Llega el bus,  por suerte no lo conduce ningún zombi, sino mi busero habitual que extrañado me da mis buenos días.

Llego al despacho, la puerta de abajo esta cerrada. Hoy el conserje no esta.  Con las luces apagadas el vestíbulo  me parece más grande, más viejo, más tétrico. Subo en el ascensor. No hay nadie . Todo esta silencioso, solo  el ruido del viejo ascensor que  retumba aun más que de costumbre. Tercera planta. Hoy la placa iluminada no me da la bienvenida. Abro la gran puerta, la fuente de la entrada apagada  parece un fantasma acechando. Esta todo tan vacío, silencioso, oscuro, sin llamadas, ni ajetreos... todo parece en un sueño latente. No parece el mismo. El ambiente familiar y cotidiano se ha desvanecido. Son los mismos muebles, las mismas cosas, pero  distintas.

Me voy a mi despacho. Intento no pensar, enciendo el ordenador, dispongo mis cosas y cojo ese expediente intencionadamente olvidado. Lo abro y voy ojeando su interior. Poco a poco me va absorbiendo y sin darme cuenta aquella pesadilla de demanda odiosa que estado evitando este último mes, aparece escrita en la pantalla de mi ordenador como por arte de magia. Miro el reloj ya es casi mediodía! Atónita,  último detalles y preparo los documentos para que mañana la procu pueda venir a buscarlo. Repaso unas cosillas y me  voy a casa, hoy es festivo y tampoco hay que abusar.

Cierro la gran puerta, bajo en el tortuoso ascensor, y salgo a la soleada  calle dejando atrás ese  oscuro y gran vestíbulo, y esos silenciosos fantasmas que hoy han decidido inspirarme. Agradecidos sin duda por  algo de compañía. Mañana ya no estarán, todo volveré a su frenético  ritmo cotidiano, y yo añoraré esas musas del silencio.  

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