lunes, 23 de julio de 2012

Etapas



Las 14h de un viernes, hora de plegar. Con la rutina de siempre, apago el ordenador, la lámpara de mesa, recojo mi bolso, cojo la cartera, y apago la luz de pie.

En esa medio oscuridad interrumpida por tímidos rayos de sol que entran por la ventana interior, observo los contornos de las estanterías, normalmente repletas de archivos y hoy semivacías. La mesa, normalmente fuente de criticas por su desorden y acumulación de documentos, hoy parece abandonada y el blanco olvidado de su madera resplandece. Ya no hay papeles en el mural de la pared, ni la fotografía en la repisa.  Ese despacho, pequeña habitación que ha sido fuente de inspiración , aprendizaje, nervios, victorias y derrotas durante más de cuatro años, ahora perece ajeno, extraño, como si nunca me hubiera pertenecido.

Cruzo el umbral, cierro la puerta con su placa, bajo por ultima vez  en el ascensor destartalado, atravieso el gran vestíbulo, abro la pesada puerta  y  salgo.  La calle, el ruido de los coches, la panadería, el bar de la esquina, todo  me es ajeno, ya no es mío.

Subo al autobús y cruzando la Diagonal me alejó de un final. Y aunque me sorprende un poco, no siento nostalgia. Se inicia  una nueva historia, de momento llena de incertidumbre e ilusión.



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