Muy valiente he sido yo al decirle a mi hermano que no se
preocupara, que en los deberes ya le
ayudaba yo. Si es que a veces a los “mayores” la soberbia nos puede.
Y así he acabo delante de una frase de Carmen Laforet. Una
frase de su novela Nada. Una frase aparentemente inocente. La novela la he leído varias veces
y me encanta. Ya podrían a verle mandado al “niño” un comentario de texto,
un resumen, una crítica literaria! Pero no, tenía que ser un análisis sintáctico. Y aquello de sujeto, verbo, predicado queda
obsoleto, con ello no tengo ni pa pipas.
Leo y releo la dichosa frase,
mientras noto clavada sobre mí, expectante, la mirada primero de
esperanza y después de condescendencia de mi hermano. Al final, levantando la vista, segura de mi
misma y triunfal le digo: A ver, ¿tú cómo empezarías?, no querrás que te haga
yo los deberes. Estoy para ayudar no para dártelo masticado!
Y ahí es cuando decididamente he perdido toda credibilidad
ante mi hermano adolescente de diecisiete años. Ya no volverá a verme igual, lo
sé. Ahora ya no es el niño “tonto” que
necesita ayuda, ahora su hermana pide auxilio ahogándose entre vanos intentos
de recordar esas soporíficas clases de lengua castellana en el colegio. Ésas en
las que parecía más clase de chino que otra cosa. Nunca entendí nada y solo
albergue la esperanza de no cruzarme nunca más con ella. Al fin y al cabo ¿Qué
utilidad podría tener aquellas rebuscadas bandejas señalando complementos y
atributos que parecían jeroglíficos?
Creía a ver huido,
estar a salvo. Pero… Ah! Maldita sintaxis. Al final me ha encontrado, desprevenida y desarmada, una vez más me ha vencido sin ni siquiera haber podido oponer resistencia. Y es que
de todo aquello que durante tantos años estudiamos en el colegio, sinceramente,
y ahora que no me leen los niños, para que sirven aparte de hacer crucigramas.
Claro está, nos aportan cultura general. Eso puede servir
para la historia, la filosofía, la literatura, el arte, geografía política si
me apuras. Pero a ver, en que rebuscado crucigrama, programa de
entretenimiento, trivial o conversación intelectual nos puede surgir necesidad
de saber sobre complementos del atributo, si la tangente pasa o no pasa por el
vector, la velocidad en que te has caído
y pegado el tortazo de tu vida, o la composición
de un átomo. Por no decir que quién en su sano juicio utiliza en la misma frase
más de un pronom feble, que una vez transformadas
las frases y reducidas a los pronoms parecía que estabas en clase de suajili en vez
de catalán.
En fin, que parece que tendré que repasarme todas aquellas majaderías que esquive como pude en el colegio y que creí
no necesitar en la vida, si quiero ayudar a mi hermano y sobretodo dejarle una
imagen digna de mí.
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