jueves, 20 de noviembre de 2014

Vértigo



La vida desde hace un tiempo va demasiado rápido.  Esa vieja locomotora que me exasperaba ahora es de alta velocidad, supersónica, incluso. Ayer es el año pasado, mañana ya es hoy. Así, sin darte cuenta, pestañeas y ha pasado un mes, si cierras los ojos un momento te ha volado el año. Tanta velocidad  asusta, esa sensación de vértigo que marea. ¿Dónde está  el botón de emergencia para poder parar un momento? Un pause, para coger aliento. 

Sensaciones contradictorias, como si se escapara el tiempo, la vida, los momentos entre los dedos. Una corriente de aire que te envuelve y te despeina sin tener tiempo a reaccionar. Y luego la calma, con tu abrigo desajustado y el pelo revuelto, con el único indicio de las hojas escampadas en mitad de la nada. 

Parece que la monotonía lo invade todo y sin embargo si  repasas los hechos, si miras el álbum reciente  de los recuerdos, recopilas mil anécdotas y mil sonrisas. Y te sientes feliz. Pero inexplicablemente, a su vez, parece todo tan lejano, como un sueño que no aciertas a recordar bien. ¿Realmente es mi vida o sólo soy espectador de ella? 

Ya no hay tiempo para la incertidumbre. No hay tiempo para pensar. Sólo  mirar  el paisaje difuminado a través de la ventana de este tren que no sabes a dónde va.

martes, 25 de febrero de 2014

Carnaval



Con Carnaval pasa como con la Navidad, o se odia o se ama. El carnaval  era la última “farra” antes de Cuaresma, época de sacrificio y abstinencia. El desmadre por antonomasia que aunque con el paso de tiempo ha ido perdiendo su razón de ser religiosa,  ha mantenido su espíritu desenfadado.  Hoy en día sigue siendo una fiesta de diversión y alegría, de reírse de uno mismo y por qué no de los demás. De la picaresca y la caricatura.  Para mi  es  la escusa para poder esconderte tras un disfraz y sacar al sinvergüenza que llevas dentro; olvidarte por un día del estrés y el trabajo.  Así que como una niña pequeña espero el día con ansia, eligiendo el disfraz, buscando sus complementos e intentando ir lo más apañada posible. Hay que meterse en el papel!  

A veces los mayores también necesitamos desmelenarnos y divertirnos como cura y terapia de  la rutina tediosa. Si la Navidad salvaguarda nuestra parte infantil e inocente, Carnaval rescata nuestro lado canalla. Ambos son importantes de mantener y conservar para no acabar siendo unos viejos gruñones demasiado pronto.   Os insto a perder la vergüenza y a disfrazaros, hay que saber reírse de uno mismo para ser feliz.

Reíd y disfrutad!!