Hoy salgo del despacho y hay algo diferente. Gracias al cambio de hora, todavía es de día, y el sol brilla. Pero hay algo más. Es algo en el ambiente, algo casi imperceptible, pero que lo cambia todo. Es el bullicio de la gente. Las calles están inundadas de coches y peatones. Y es que hoy he salido pronto para atender un recado, son las 18.30h. Y se nota!
Normalmente, a las horas que salgo, no solo es de noche y ya poca circulación transeúnte queda; sino que todos vamos con cara de cansancio, con ganas de llegar a casa embueltos en una bruma de pasividad.
Pero hoy hay vitalidad en el ambiente. Una vitalidad que se contagia. Caras sonrientes, gente de aquí para allá, padres acompañados por sus niños, amigos que quedan… Qué mundo tan diferente aún siendo el mismo.
Me invade una sensación de desazón por ser solo participe ocasional, por no ser parte activa de ese mundo de paseos, cafés y claridad. De tiempo en definitiva. Cuantas cosas por hacer!
La ironía, es que al llegar a casa, la rutina de siempre no me sirve, es demasiado pronto para todo, y me siento fuera de lugar.Ese tiempo tan añorado, ahora me pesa. Horas robadas , desperdiciadas.
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