Salgo de casa, y tropiezo con un grupo de adolescentes giris. Van con bermudas y camisetas de manga corta, colores fuertes y grandes risas. Me siento ridícula aferrada a mi abrigo y con la bufanda enroscada en mi cuello. Es un bonito día de marzo, brilla el sol con fuerza, y el azul del cielo es intenso. Con cierta turbación me dirijo a la parada del bus.
No obstante, a los pocos segundos de estar allí plantada a la espera, me percato que el aire es gélido. Y eso que es pleno mediodía! Me acurruco dentro mi abrigo negro, y acaricio gratamente mi bufanda con una sútil sonrisa de staisfacción. El resto de personas que se encuentran en la parada, también notan el frio, se frotan las manos, y se acomodan sus abrigos y chaquetas.
Ahora los ridículos deben ser los giris con sus looks veraniegos, sus risas altivas y su imprudente juventud.
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