sábado, 27 de agosto de 2011

Historias de Julia



Con su larga  melena castaña, su piel fina y blanca, su bañador negro,  detrás de unas grandes gafas de sol y con un mojito en la mano, allí en la tumbona de aquella lujosa piscina, parecía una estrella de cine.

- Julia, ¿ no te da vergüenza mirar con ese descaro a esos pobres padres indefensos?
 
- Marcos, querido, si ellos se pasean luciéndose y exhibiéndose, será por que quieren que les mire. No querrás que les decepcione.

Ante tal lógica, Marcos no pudo rebatirla.

- Bueno mi lady. ¿Te lo estas pasando bien? ¿Has encontrado tu remanso de paz y tranquilidad?

-Demasiada tranquilidad diría yo. Aquí aparte de pijas  peleándose por atraer  la  atención del pobre camarero, no hay nada que hacer. Llevo  tres días y me estoy deprimiendo.

- Julia, pero si estabas estresadísima. Me suplicaste que viniéramos, que necesitabas desconectar- dijo Marcos atónito.

- Lo se... pero me aburro.

-Julia, cómo puedes decir eso, si hemos salido a bailar todas las noches. Estoy exhausto de dormir tan poco.

Marcos, se preguntaba, como podía ser que esta menuda mujer, de aspecto tan frágil, siempre le volviera loco y lo peor, como conseguía arrastrarlo siempre a una pista de baile. Él que odiaba hacer el ridículo.
 

Hacía horas que Julia se había ido, suponía que acostarse un rato, pero no era normal en ella dormir tanto. Empezaba a preocuparse cuando la vio aparecer.

-Julia qué has hecho!

-¿Te gusta?- dijo alegre como una niña

Se había cortado su larga melena, se había teñido de rubio y puesto las puntas rosadas, parecía  una  jovencita, y aunque ese  look era indescifrable, a ella le quedaba perfecto.

- Marcos, nos vamos.

Él la miro sin entender nada. Ella le enseño unos billetes de avión.

- A Ibiza, Marcos!

Diez años. Un Suspiro.

Te levantas un día, y te preguntas  dónde has estado estos últimos diez años. Han pasado tan deprisa....  Los recuerdos parecen un  vago sueño.
Apenas fue antes de ayer, que unas crías que no temían nada  se comían el mundo, el cole, las amigas, la sele...  Y  hoy la universidad parece tan lejana... la biblio, los erasmus, las timbas, las fiestas...  El trabajo empieza hacerse monótono y  te encuentras decorando tu propio piso... Aún recuerdo aquello de: yo tendré mi gato, mi coche y  mi casa!!  Pues bien, ya lo tengo. Incluso un marido que me parecía impensable! 

Las fiestas, el alcohol, los chicos, las risas, la insensatez. Estábamos locas! Me miro a mi misma y  no reconozco aquella chiquilla. Me parece increíble que dijera aquello o hiciera lo otro. Que "sinvergüenzas" que éramos! La miro con cariño y nostalgia  pero no la envidio.

El tiempo ha pasado  tan rápido que asusta.  Hoy el espejo da un reflejo muy distinto. No es tan delgada como quisiera,  ya hay cremitas en su estante, y tiene una lista interminable de defectos.  Es más serena, más sensata, más tranquila.... o eso se espera de ella. La verdad es  que esa niña alocada sigue ahí, a veces se vislumbra levemente . Peleona, indomable, egoísta,  alocada y de genio fuerte. Sigue ahí batallando. Supongo que un día encontraran la forma de convivir.  No se puede ser niña siempre pero  no hay que hacerse vieja pronto.

 De aquí a diez años, cuando me levante un día como hoy con nostalgia y me mire,  espero poder recordarme exactamente igual. Una niña alocada que quería comerse el mundo, pero que aún le quedaba mucho camino. Y que igual que hoy siga sin darme envidia porque la experiencia es un bien preciado y  el futuro siempre es esperanzador. 


viernes, 5 de agosto de 2011

Incongruencias

Allí en el cruce infernal de diagonal con Roger de Lluria, dónde las calles se vuelven  caminos  tortuosos y  peligrosos ,   los coches se convierten en  diablos. Observo , como un aturdido y probablemente perdido coche extranjero frena con el semáforo a punto de ponerse en rojo. Acto seguido , enloquecidos , el resto de vehículo lo pitan embravecidos, en un ensordecedor gruñido aterrador.  El pobre  tras uno segundos de confusión arranca, encontrándose en mitad de la calzad con los vehículos que giran de la otra calle. Y allí, de forma improvisada, se alza una batalla digna de grandes guerras. Armados de sonoros cláxones y soeces palabras de una agresividad que matan.   Dejan al pobre giri aturdido, herido y sin posibilidad alguna de componerse de semejante ataque, huyendo como  puede de tan salvaje jauría.

Quizás venia con la idea que aquí vivimos con calma, que  paramos a  media mañana ha tomar el dúo cedimos café, que descansamos dos horas para comer, que nos echamos la siesta, que la puntualidad no es una virtud, y que entre vermúes, tapas , meriendas y copas perdemos la mayoría de las horas del día. Pero ha aprendido de forma amarga que no tenemos tiempo que  perder ,sobretodo si es conduciendo, y  que  esperar un minuto  marca la diferencia, que esperar al semáforo en  verde puede tener consecuencias gravísimas en nuestra vidas y nuestro que hacer.