Con su larga melena castaña, su piel fina y blanca, su bañador negro, detrás de unas grandes gafas de sol y con un mojito en la mano, allí en la tumbona de aquella lujosa piscina, parecía una estrella de cine.
- Julia, ¿ no te da vergüenza mirar con ese descaro a esos pobres padres indefensos?
- Marcos, querido, si ellos se pasean luciéndose y exhibiéndose, será por que quieren que les mire. No querrás que les decepcione.
Ante tal lógica, Marcos no pudo rebatirla.
- Bueno mi lady. ¿Te lo estas pasando bien? ¿Has encontrado tu remanso de paz y tranquilidad?
-Demasiada tranquilidad diría yo. Aquí aparte de pijas peleándose por atraer la atención del pobre camarero, no hay nada que hacer. Llevo tres días y me estoy deprimiendo.
- Julia, pero si estabas estresadísima. Me suplicaste que viniéramos, que necesitabas desconectar- dijo Marcos atónito.
- Lo se... pero me aburro.
-Julia, cómo puedes decir eso, si hemos salido a bailar todas las noches. Estoy exhausto de dormir tan poco.
Marcos, se preguntaba, como podía ser que esta menuda mujer, de aspecto tan frágil, siempre le volviera loco y lo peor, como conseguía arrastrarlo siempre a una pista de baile. Él que odiaba hacer el ridículo.
Hacía horas que Julia se había ido, suponía que acostarse un rato, pero no era normal en ella dormir tanto. Empezaba a preocuparse cuando la vio aparecer.
-Julia qué has hecho!
-¿Te gusta?- dijo alegre como una niña
Se había cortado su larga melena, se había teñido de rubio y puesto las puntas rosadas, parecía una jovencita, y aunque ese look era indescifrable, a ella le quedaba perfecto.
- Marcos, nos vamos.
Él la miro sin entender nada. Ella le enseño unos billetes de avión.
- A Ibiza, Marcos!
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