viernes, 27 de enero de 2012

Vidas ajenas

Subo al bus como cada mañana. Y como cada mañana me saludan las mismas caras adormiladas. Más o menos somos siempre los mismos, y con el tiempo te acabas conociendo de una forma peculiar.
Es gente con la que nunca has hablado, no sabes sus nombres, y sin embargo les conoces.  Son caras cotidianas y familiares.  

La mujer rubia que lleva a su niño al cole y luego viene corriendo a coger el bus. La chica casi niña que siempre va muy mona que escucha música. La mujer con coleta que cada mañana se pasa el trayecto hablando por teléfono. La pareja ejecutiva que va juntos al trabajo repasando informes. El hombre  grueso que va leyendo el periódico. La pareja de ancianos en el que ella siempre se sienta y él por ese orgullo banal de la vejez, prefiere permanecer de pie.

La mujer con su hijo con algún síndrome que le acompaña al centro. El chico siempre hace unos movimientos con los dedos continuos y de vez en cuando suelta sonidos guturales que  sobresaltan a los viajeros.

Las tres mujeres maduras, que deben rondar la sesentena y siempre están parloteando. Estás son mis preferidas. Cada día se suben juntas, se reparten sus asientos juntas, y parlotean de todo.

Con el tiempo me he dado cuenta que de escucharlas,  hablan bastante alto. Sé de ellas muchísimo!  Sé  que trabajan en tiendas de moda de la zona alta, sé los hijos que tienen, incluso sus nombres.  Sus jornadas maratonianas y lo complicado de compaginarlas con la familia. Como se han repartido las fiestas de navidad. La preocupación por el divorcio de uno de los hijos, la novieta del otro, las anécdotas con los clientes,  etc.

Lo que me llama la atención es que no nos conocemos, nunca nos hemos saludado ni presentado. Por  contra tengo tanta información como si de un conocido se tratara!

En el bus se crea una mini sociedad de vidas ajenas que confluyen convirtiéndose en extraños conocidos, sin conocernos.  De gente que sabes o percibes fragmentos de su vida y su día.  Somos caras cotidianas que podríamos reconocer en cualquier lugar sin atrevernos a saludarnos, pero con esa complicidad de identificación.

Y es que  somos de costumbres. Ver cada día a las mismas personas, ser un grupo, nos reconforta.   Es la naturaleza humana, apropiarnos de todo.  Yo siempre digo MI busero para referirme al conductor habitual, y el día que subo y hay otro  su saludo no me sienta igual.

¿No os ha pasado que un día salís de casa y  no hay  la gente ni el trafico  de siempre y os embarga una sensación de desazón, cómo si algo no fuera bien?

viernes, 20 de enero de 2012

Besos

Subo al bus para volver a casa. Va lleno. Esta semana no se qué pasa que parecemos sardinas enlatadas. Parece como si   la gente se hubiera multiplicado.

Se oyen risas y voces. Es un grupo de adolescentes. Nerviosos, excitados. No paran  de reír.

Consigo verles sentados al final de autobús. Me llama la atención un chico y una chica. Sonrío. Es evidente que saltan chispas entre ellos.

Me embarco en mis pensamientos, tambaleándome, deseando llegar a casa. De repente el silencio. Ya no se oyen los gritos de los niños. Miro, y se están besando. Han sucumbido.

Están inmersos en otro mundo de miradas y susurros. De besos silenciosos. Ya no son conscientes del tiempo ni el lugar. Solo son él y ella. Sonrío.

Algunas personas les miran mal.  La gente se olvida tan pronto de las vivencias. Todos hemos experimentado esa sensación de vértigo, de inconsciencia, de atracción que no puedes remediar. Esa sensación de nube, de ingravidez. En la que nada importa ni nada existe.

Por un momento vuelven a la realidad. Se dan cuenta de la situación e intentan comportarse. Dura poco. Son como dos imanes que se atraen. Nada pueden hacer contra las leyes de la naturaleza. 

Se susurran, se miran, se abrazan. Tienen necesidad el uno del otro. Cómo si de ello dependiera sus vidas. Sabemos que no es eterno, que el momento pasará. Pero esa sensación es tan electrizante, tan intensa. Que vale la pena vivirla. Aunque te miren mal las yayas del bus!

Llego a mi parada. Ellos siguen en su mundo y su momento.   Verles me ha hecho sonreír. Recordar vivencias y sensaciones   que a veces con los años olvidamos.

No son más que niños empezando a vivir.

lunes, 9 de enero de 2012

Año Nuevo

Con el nuevo año la mayoría se plantea nuevos propósitos que cumplir. Estos no suelen aguantar mucho, y fracasan. Peor lo que más me llama la atención no es la falta de constancia, (estoy segura que es inherente al ser humano y procede de algún gen imprescindible).


No, lo que más me llama la atención es la clase de propósitos que nos hacemos. Dejar de fumar, el típico por excelencia. Seguido de cuidarse y apuntarse al gimnasio. Viajar, cambiar de trabajo, estudiar idiomas, etc…. La mayoría pensados única y exclusivamente en nosotros mismos,( yo, yo , yo, yo , yo) , de poca utilidad y bastante frívolos. Algunos hacen tentativas algo mejores proponiéndose leer ciertos libros, visitar museos o ver ciertas películas, pero vamos el yo, sigue presente.

¿No deberían ser nuestro propósitos encaminados ha conseguir ser mejores personas? ¿No deberían ser el resultado de un momento de reflexión? Se supone que contagiados por el espíritu navideño, de buenos deseos, amor y familia nos da por pensar en los propósitos de año nuevo y fijarnos metas! Por desgracia este espíritu brilla por su ausencia en lo que nos proponemos. Los propósitos anteriores no son malos, pero no los catalogaría de propósitos, deberían ser metas o aspiraciones cotidianas. Algo normal vamos! 

Creo que un propósito debería ser algo más. ¿Por qué no intentar dedicar más tiempo a los que queremos? Tiempo de calidad. Por qué al final con este trajín de vida que llevamos, en el que a duras penas conseguimos ver a la mayoría de amigos y a lo sumo podemos dedicarles una hora u dos después de tiempo intentar quedar, te das cuenta que la conversación ha sido totalmente banal y trivial. Y que no tienes ni idea de lo que piensa, siente o vive ese al que tanto nos gusta llamar Amigo.

¿Por qué no intentamos entender que cada uno es como es, tiene su carácter, y no podemos exigir más de lo que nos puede dar? Al fin y al cabo nosotros no somos perfectos, también decimos cosas que no debemos sin darnos cuenta, podemos hacer cosas que dañen, o no hacer y dañar por omisión. Es decir, proponernos ser pacientes e indulgentes con los demás.

Proponernos, exigirnos más. Coger alguno de los tantísimos defectos que tenemos e intentar mejorarlo. Ser más sociable, sonreír más, no ser tan despistada, no ser tan caprichosa, no ser tan ogro, intentar ser más ordenada, estudiar más, esforzarme más con mis hermanos, pareja, amigos, y un gran etc….

Estoy convencida que aunque estos propósitos son difíciles, requieren de gran esfuerzo y constancia, y que al igual que los típicos quizá no consigamos cumplirlos del todo. Pero el hecho de proponérnoslos, de esforzarnos, de intentarlo en definitiva, ya nos hará mejores personas.

miércoles, 4 de enero de 2012

ABISMO



Ahí frente a mi ese gran abismo . Negro profundo como si quisiera engullirme. Pero hay que SALTAR.  Crees que no podrás, desesperas,  decaes, y no ves salida. Parece tan improbable llegar a la orilla. Es tan grande el abismo...

Pero hay que SALTAR. Al fin y al cabo para ello llevas preparándote. Y con ánimos, poco a poco, si te fijas bien, no parece tan terrible. Quizá si cojo carrerilla lo lograré.... Con esfuerzo y esmero conseguiré llegar.  La orilla en verdad no es tan lejana.. pero el abismo es tan profundo... Pero hay que SALTAR.

El miedo no  sirve de nada, solo nos paraliza. Si crees poder, podrás. Y si te fijas quizás  consigas descubrir ese pequeño puente maltrecho. Podría pasar por él y cruzar.  No parece muy seguro sus cuerdas estan roídas y se tambalea retando al abismo. Dudas.. pero  hay que SALTAR.

Si vuelves a mirar, con los ojos del esfuerzo, de la constancia, de la seguridad en ti mismo, ese puente maltrecho parece más seguro. El abismo ya no es tan profundo y si te fijas bien la orilla es muy cercana. Hay que SALTAR.

Por muchos peros que busques, por mucho que el miedo te arrulle, siempre hay que perseguir llegar a la otra orilla, ir hacia adelante, tarde o temprano hay que armarse de valor y....  SALTAR.