miércoles, 31 de julio de 2013

Despedida



Es mediodía y hay mucho bullicio, el ambiente es distendido y las conversaciones se entremezclan. Es un local grande, sin pretensiones, dónde a un precio razonable dan buena comida y un trato familiar. Las caras ya  son conocidas y al pasar los años se ha creado una relación extraña con el personal. Son esas relaciones inclasificables con personas ajenas a tu vida pero que de alguna forma compartes detalles y momentos.  ¿Qué tal tus hijos? Como va esto o aquello… Y poco a poco sin darte cuenta el intercambio de información es considerable y acabas teniéndole cierto cariño a esa camarera  a la que llamas por su nombre, y que  no solo te sirve la comida cada día con esmero, sino que con un guiño  y una sonrisa, te susurra que te ha guardado  un plato de tu postre favorito.

Hoy, no obstante, el ambiente esta enrarecido. Las conversaciones no son tan animadas como de costumbre, y  Aurora no sonríe. Echando un vistazo al menú se aprecia una coletilla al final que dice: “Gracias por todo y hasta siempre.” Y es que hoy es el último día que van abrir.  De repente te invade la melancolía, no acabas de  discernir si por sus caras tristes y su desazón, o por simple egoísmo al perder parte de tu rutina., o todo en conjunto. Sea como fuere, es una despedida, y todas las despedidas son tristes.  Así que hoy decimos adiós, cruzamos palabras de ánimo y esperanza deseándoles lo mejor. Dos besos, un abrazo,  y empujamos por última vez la puerta de cristal que nos separa, para siempre, de esas personas con las que hemos compartido pedacitos de nuestra vida durante tanto tiempo.

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