jueves, 17 de febrero de 2011

TORTURA

9h de la mañana. Hoy me cuesta especialmente arrancar. Hace frío,  el  cielo esta oscuro y empieza a llover.  Subo al autobús y consigo un asiento.  Adormilada, quiero que el trayecto no finalice, no tengo fuerzas para los archivos que me esperan encima la mesa.
En mi mundo, sin pensamientos conscientes,  en ese estado casi comatoso  de cuando nos evadimos, me doy cuenta que un punzante dolor de cabeza asoma. Lo que me faltaba!  Voy despertando, reaccionando al mundo. Y una voz estridente y horrible va subiendo su volumen.
Primero no acabo de entender de donde proviene, ni que dice; me cuesta, pero finalmente identifico esa voz. ¿Es el chinchan?  Miro desconcertada al resto de durmientes del bus. Parece que a más de uno le esta taladrando esa chillona voz. 
Miro y por fin veo de donde proviene.  Hay una señora mayor con su nieta, de unos cuatro o cinco años, que sostiene  un móvil o similar  al que la niña no saca ojo, y que evidentemente es el causante de esta desazón matinal.
Una oleada de ira recorre como relámpago todo mi cuerpo. Pero antes de  dejarme llevar y soltar una de esas locuaces lindeces de las que soy capaz . Me retengo. El mundo por desgracia protege a esos monstruitos llamados niños.  Y seguro que aunque tenga razón, miradas inquisitivas e incluso algún comentario despectivo acabarían recayendo sobre mis protestas.
Así que calladamente regaño  esa anciana que da sobredosis de televisión a su nieta (para que este calladita y no moleste). Señora como si los niños no estuvieran suficientemente atontados!! Por no decir qué clase de ejemplo está dando a una criatura que ya a tierna a edad ha entendido que es reina y señora de la voluntad de los adultos que le rodean.  ¿Que su  querido monstruito molesta?  Que ocurrencias!!
En fin, que parece ser que hoy en día  es más normal que una veintena de adultos lleguen a sus respectivos trabajos con un dolor de cabeza insoportable, de mala gaita, y con el día ya torcido. A que una niña de  cuatro años, por imperativo, se esté quietecita , sentadita y calladita.
Propongo señores académicos que empiecen a plantearse de eliminar, ahora que están de reformas ortográficas, la palabra obediencia y respeto del diccionario. Pronto no habrá quién entienda, ni use, ni sepa de su significado.

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