Es
lunes, y como todo lunes cuesta arrancar. Supongo que es algo más bien psicológico
que real, pero el hecho es que siempre tengo más sueño del habitual, y mis pies
y todo mi cuerpo parecen arrastrarse de un modo automático hasta el trabajo.
Con un gran desanimo y muy pocas ganas.
Empujo
la pesada puerta y me deslizo por el gran vestíbulo. Mientras espero al antiguo
y un tanto destartalado ascensor aparece Emilio, el conserje.
Buenos
días Emilio- digo con una sonrisa e intentado mejorar mi animo
Buenos
días-me dice y le brillan los ojos como un niño con un secreto- ven ,ven- me
dice mientras va a buscar algo.
Me
acerco al mostrador esperando recibir algún paquete o carta madrugadora. Por
contra me encuentro a Emilio que abre su grandota mano y me ofrece un puñado de
caramelos.
Me
conmueve el gesto y hago el amago de coger uno.
No! Son todos para ti. Te los he guardado ,
por qué hay un chico que los coge de
cinco en cinco- me dice en un tono de reproche- y claro te va a dejar sin.- Y me
mira con una amplia sonrisa.
Agradecida
cojo los caramelos y me los guardo en el bolsillo del abrigo. Gracias Emilio-
le digo y subo en el ascensor camino a mi rutina semanal, pero con el animo
totalmente cambiado. Un gesto tan pequeño, tan irrisorio, y tan conmovedor. Me
siento feliz, por qué un hombrecillo extraño con el que apenas intercambio
saludo diarios, me ha guardado caramelos.
Quizá
debería explicar, que Emilio cada año para San Medir, como niño, sale a ver
pasar los animales y carrozas con una bolsa, con el fin único de acumular
cuantos más caramelos posibles. Luego en una pequeña cestita en su mostrador,
cada día nos raciona los caramelos en pequeños puñados, para que los cojamos. Y yo tengo
la costumbre de coger uno cuando me despido al acabar el día.
Por
eso el gesto de guardarme caramelos me conmueve. Supongo que es una forma de
expresar su cariño y agradecimiento, hacia alguien que le dedica un poco de
atención en su vida insulsa.
Por qué, ¿Que
clase de vida es la de un conserje?¿ Que persona es capaz de vivir en ese
pequeño cubículo de la portería? Su
vida no es más que tener cura de la finca, de las idas y venidas, guardar
correo, limpiar el vestíbulo y recogernos la basura que le dejamos solícitos en
la escalera de servicio.
Aunque, no hay que olvidar sus saludos y despedidas, esos breves buenos días
o hasta mañana que reconfortan nuestra rutina, esos chistes que solo entiende
él, esas frases inconexas de su desgastado cerebro, esos ojillos chispeantes y
balbuceos cuando se ha pasado con esas copitas que disimulamos no ver. Esas veces que guarda los paquetes , o esas otras que ha venido a buscarnos a la cafeteria de al lado cuendo aparecen clientes sin preaviso.
Si,
Emilio es un hombre extraño y peculiar. Que nunca sabes muy bien por donde va,
pero es un buen hombre. Un pobre hombre.
Y hoy me ha guardado un puñado de caramelos, solo para mí.